Revista Código Click Revista Código Click » ARTÍCULOS » Aprendiendo del enojo y la ira

Aprendiendo del enojo y la ira

Aprendiendo del enojo y la ira

Técnicas para mejorar la convivencia

Escrito por la Dra. Liliana López  Especialista en terapia vibracional 

Apartándonos de las emociones conflictivas

Imaginemos un vaso que contiene espuma que va creciendo hasta derramarse.

Ya que tenemos esa imagen en la mente, miremos ahora como el vaso contiene la espuma hasta el momento de derramarse y luego la espuma lo recorre, lo abraza y lo invade.

¿La espuma está contenida por el vaso, pero como se contiene cuando está fuera?

por más que lo intentemos solo queda esperar a que termine y luego tomar acción.

Este es un buen ejemplo de cómo crece el enojo hasta convertirse en ira.

El enojo es la espuma dentro del vaso; es la molestia contenida que va creciendo y si continúa hasta desbordarse, se sale de cualquier control.

Cuando llegamos a la ira no hay control.

Eso se debe simplemente a que el cerebro entra en un estado de amenaza como si estuviera en medio de la selva y perseguido por un león hambriento. Solo hasta que el “león” desaparezca, la respuesta amenazante, reactiva protectora, cesa.

La neurociencia nos explica ampliamente la cascada de reacción instintiva que se deriva, aunque la conclusión es la misma… no hay control cuando se pasa del enojo a la ira.

La neurociencia explica también la diferencia entre el miedo biológico y el psicológico.

Y es que sin miedo no podríamos sobrevivir ante los peligros físicos inminentes, como que efectivamente debamos huir de un depredador, de un vehículo que viene contra nosotros, etc.

Pero una cosa es el miedo biológico (como el mencionado anteriormente), en el que el peligro a la sobrevivencia es inminente y otro muy distinto es el miedo psicológico, que tienen que ver con ansiedad, auto imagen, pérdida; está en el imaginario e irreal (como cuando nos montamos en películas y nos las creemos y desde allí reaccionamos) y si damos rienda suelta distorsionamos la realidad.

¿Entonces, si es que no tenemos control no somos responsables de nuestros actos? “Las cárceles están llenas de inocentes que en algún momento perdieron la consciencia” … somos igualmente responsables, aunque actuemos en automático.

Las investigaciones son múltiples y las conclusiones igualmente numerosas. El análisis de la corteza prefrontal, la hiperpermeabilidad intestinal y su función como cerebro instintivo, la relación entre las partes reptiliana y límbica del cerebro, y la lista sigue entrando incluso en el terreno religioso.

Teorizar, aunque interesante, no nos lleva a generar esos cambios tan importantes en nuestras relaciones interpersonales y más importante aún, en nuestras relaciones con nosotros mismos.

A lo largo de mi vida y En mis estudios y experiencia personal y terapéutica, he tomado de distintas vertientes y las he aplicado tanto personal como profesionalmente y voy suavemente tomando las vías de paz interior que mejor se ajusten, tanto a mis necesidades personales como de los consultantes en el consultorio.

En la estructura de la ira, la mente se parcializa, se enfoca en una situación, partido político, injusticia, persona o lo que sea, lo importante es entender que cuando estamos entrando en la ira, perdemos objetividad y nos volvemos parciales: solo vemos por ejemplo lo que el otro nos hizo en Irún momento específico y la percepción desplaza cualquier situación agradable anterior.

Este “observador” parcializado observa desde un punto de vista como si fuera la totalidad y sobre reacciona frente a lo que ve y toma por cierto algo que no existe.

Por ejemplo, si mi mente estaba previamente enojada se le acerca una persona haciendo mala cara, entonces no lo tomamos personal y armo un discurso en mi pensamiento para reaccionar contra la persona que posiblemente simplemente estaba cansada, enojada o triste por situaciones que nada tienen que ver con nosotros y nos enganchamos.

Entonces esa mente que ya venía enojada saca de contexto la situación y ve al “otro” como enemigo, aunque sea alguien gentil que en otro momento nos ayuda, apoya, sea generosa y paciente, y el cerebro sólo ve ese momento específico en que me miró mal por cualquier motivo ajeno a mí y me lo tomo personal me hiero y reacciono como si mi vida dependiera de ello.

La ira aísla y a más ira más aislamiento y mayor el juzgamiento. Discursos interiores como “eso es malo para mi” porque interpreto que eso o esa persona tiene el poder de perjudicarme (es poderoso y malo, así que soy vulnerable a la amenaza; me siento victima), entonces el miedo invade como estrategia de defensa y la ira fortalece la posición de víctima, aunque aparentemos fortaleza.

 

La ignorancia que precede a la ira no reconoce la realidad, solo reconoce lo que quiere ver lo que me va a perjudicar y decido que es así, se angosta la capacidad de análisis y tomo ese “perjudicar” como única verdad, que va tomando forma y se solidifica.

Con esa visión armada a través de la ira, tratamos de recuperar el poder que perdimos sintiendo en ese momento una AMENAZA latente y entonces el cerebro se prepara para responder ante la amenaza con una cascada de hormonas de estrés y en ese momento lo volvemos biológico y ahí, perdemos el control; son las hormonas como el corrizol son segregadas y el modo sobrevivencia toma dominio del cuerpo físico y de esa manera reacciona.

Entramos entonces en un automático que nos lleva a reaccionar enervando en cuerpo y en una cadena de reacción que sólo termina cuando el cerebro define que el peligro ha desaparecido y en consecuencia quedamos sin energía, con el sistema de defensas debilitado y el sistema nervioso simpático hiperactivado.

 

En el enojo, sin embargo, las situaciones se vuelven como puntillas que tallan con facilidad que alteran pensamientos que van y viene hasta que se quedan si es que no las lidiamos hasta deshacernos de ellas y que salgan de nuestra cabeza.

El enojo es ese pensamiento puntillante que incomoda y que si lo conservamos nos abre el camino hacia la vía rápida de la ira y toda su cascada reactiva del vaso que se reboza.

 

El cerebro tiene tan bien montado su discurso que ya nos lo creímos;

Todo un esquema de “justificaciones sobre nuestra reacción” que nos ha llevado a sentirnos confortables así nos lleve a permanecer en estados negativos por largos periodos de tiempo, aunque la felicidad día con día se haga más esquiva.

Es que llevamos toda una vida entrenándonos en ser reactivos pasivos o agresivos, socialmente acostumbrados, culturalmente aceptados e interiormente justificados, como si tuviéramos un radar que busque situaciones o personas que nos detonen la ira y nos ayuden a manifestar esos estados violentos (lastimar o ser lastimados), y vaciamos el vaso para luego comenzar de nuevo a llenarlo con discursos internos, justificaciones y creencias.

 

Son ciclos infinitos que comienzan y terminan igual; nos herimos y herimos al sujeto que antes (en nuestra visión distorsionada de la realidad) vimos cómo amenaza.

Si buscas resultados distintos no hagas siempre lo mismo.

                                                                         Albert instein

En ambos estados, tanto el enojo como la ira, es posible volverse “observador” como si la emoción que reacciona fuera un objeto observado, es decir, poner distancia y volverse observador atento, aunque el abordaje se haga diferente:

En el enojo, se puede hacer en tiempo real es decir que con entrenamiento previo y poniendo suficiente atención podemos detener el crecimiento de la emoción en cuanto la notamos.

Mientras que cuando llegamos a la ira, que es cuando entramos en respuesta automática rápida, más rápida que un rayo y sólo podemos ser observadores atentos cuando el estado de peligro pase y aún en ese momento es muy valioso recaudar información para entender lo que tenemos dentro; ese diálogo íntimo que en la gran mayoría de las veces ni nos percatamos.

Traer ese diálogo interno y observarlo sin júzgalo, definir sus orígenes y reconciliarnos con el pasado que lo generó, nos ayuda a re-entrenar nuestro cerebro para que la cascada bioquímica de estresores no aparezca con facilidad en los casos de miedo psicológico.

Es importante anotar que debe existir esa cascada bioquímica que nos lleve a la reacción automática en los casos de amenaza inminente y real, como cuando debo dar un súper salto para evitar que un vehículo me atropelle.

Es emocionante ser observador del enojo.

Verlo como se activa y crece, y como el discurso interno se modifica, es interesante y más interesante aun cuando aprendemos a modificarlo a través del amor y la gratitud.

Volverse introspectivo y atento a los pensamientos para aprovecharlos o distraerlos según sea el caso.

Las técnicas son variadas:

  • Experimentar la sensación y abrazarla en lugar de rechazarla
  • Cantar, recordar chistes, poemas etc. en voz alta, baja o mentalmente, Por al menos 3 minutos distrae el foco de atención y desmonta el enojo.
  • Buscar beneficiar a los demás examinando el estado de nuestra mente

“Actuar con responsabilidad respetando la integridad de aquello que requiere mi respuesta” (Los doce pétalos del alma de Jorge Carvajal)

un principio base de conducta coherente, respetuosa y sobre todo responsable es la clave para la construcción de nuevas relaciones a todo nivel: conmigo, con mi familia, comunidad, sociedad y raza.

Desmontar la ira a través de la observación y la reconciliación con la(s) situación (es) que dio (dieron) su origen.

Desmontar el enojo a través de la introspección que genera la observación y poder desarrollar una estrategia para distraer el foco de atención.

Entrenarnos con esfuerzo, diligencia y paciencia para nuestro bien y el de todos los demás seres, podría ser el camino de una nueva vida, con relaciones internas y externas sanas, constructivas y pilares de vida porque los seres humanos somos en esencia gregarios.

Tomar responsabilidad de nuestros actos y diligenciarlos de manera sensata e identificar y diligenciar las situaciones aflictivas que otros ejercen sobre nosotros de manera clara, es decir poniendo distancia física, dialogando o alejándonos según sea el caso, pero cualquiera que este sea generar acción que prevenga la violencia y nos lleve por caminos más armoniosos.

Y… cuando entramos en armonía y ecuanimidad iluminamos el cerebro y en consecuencia “…aumentan la calma interior y el desapego: permanecemos en equilibrio en medios de las actividades exteriores…” (Súper cerebro Deepak Chopra y Rudolph Tanzi).

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *