Lilia María Méndez Colorado es una mujer colombiana que, desde muy joven, enfrentó la vida con coraje y determinación

Empresaria y representante de la Asociación Gremial de Recicladores Ora Marianis, ha dedicado décadas a dignificar el trabajo del reciclador en Colombia. Su historia, que inicia con el abandono de su hogar a los 14 años, hoy es un testimonio de cómo la perseverancia y el amor por la familia pueden convertirse en fuerza transformadora.

¿Quién es Lilia María Méndez Colorado y cómo empieza su historia como mujer trabajadora?
Soy una mujer trabajadora, empresaria y representante de la Asociación Gremial de Recicladores Ora Marianis. Mi historia comienza a los 14 años, cuando tomé la difícil decisión de dejar mi hogar en un pequeño municipio de Cundinamarca. Me fui en busca de una vida mejor en Bogotá. Fue un salto lleno de incertidumbre, pero también de
esperanza.

¿Cómo fueron esos primeros años de trabajo en la capital?
Al llegar al barrio Ricaurte, empecé como empleada interna de servicio doméstico. Fue una etapa de mucho aprendizaje, aunque también de sacrificio. Trabajé en eso hasta los 18 años. Luego, pasé a vender tintos por las calles del centro de la ciudad, especialmente en zonas complicadas como los burdeles, discotecas y tabernas. Mis jornadas eran duras: comenzaban a las 5 de la tarde y terminaban a las 5 de la mañana.

 

Fotografías @andresreinafotografo    Invitada @iliamendez3

Makeup  @makeupbydavidsuarez     

Locación @renace.fashionstudio

¿Qué otros oficios desempeñó antes de involucrarse en el reciclaje?
Después de los tintos, empecé a vender dulces en los buses, especialmente en rutas como la Décima y la Caracas. Iba de bus en bus, tratando de ganarme el sustento. Fue una etapa muy difícil, pero también me enseñó a ser fuerte, a moverme sola por la ciudad y a no rendirme nunca.

¿Qué papel jugaron sus hijos en su vida y en su camino laboral?
Mis hijos llegaron en medio de todas esas luchas, y fueron el motor que me impulsó a seguir adelante. Como madre cabeza de hogar enfrenté muchas dificultades económicas, pero ellos se convirtieron en mi razón para levantarme cada día. Su presencia fue como una vitamina diaria que me recordaba que no podía rendirme, sin importar los obstáculos.

¿Cómo fue su ingreso al mundo del reciclaje?
Descubrí el reciclaje al llegar al sur de Bogotá. Comencé con mi hijo mayor, usando carritos de mercado para recolectar materiales.

Formábamos un “trencito” improvisado. Con el tiempo, conseguimos zorras con caballo, lo cual nos permitió mejorar la recolección. Fue un proceso de mucho esfuerzo, pero también de unión familiar.

¿Cuál fue el siguiente gran paso en su camino como recicladora?
Con mucho trabajo y sacrificio logré comprar un lote en el barrio La Primavera de Bosa. Desde ese momento empecé a trabajar en la noche, comprando material reciclable. Fue un gran logro personal, porque ya no era solo recolectar, sino empezar a estructurar un proyecto más sólido y estable.

¿Qué significó para usted trabajar junto a su hijo mayor en las calles?
Mi hijo mayor fue mi compañero de lucha. Vivimos juntos muchas noches en la calle, enfrentando el frío, el cansancio y el riesgo. Él manejaba el zorrillo conmigo, y fue testigo del esfuerzo diario. Lamentablemente, él y otro de mis hijos ya partieron con el Señor,
pero su memoria y lo que compartimos sigue siendo una parte esencial de mi historia.

¿Cómo logró consolidarse como empresaria en el sector del reciclaje?
Con constancia. Con el tiempo formé la Asociación Gremial Ora Marianis y también una empresa privada llamada Compañía de Recicladores Unidos por Colombia. Gracias al apoyo de mi familia y un equipo comprometido, hoy recolectamos materiales reciclables en Bogotá para darles una segunda vida útil. Ha sido un proceso largo, pero lleno de propósito.

¿Qué impacto tiene su trabajo en el medio ambiente y en la comunidad?
Nuestro trabajo transforma residuos en oportunidades. Recuperamos materiales que otros desechan y les damos un nuevo uso. Esto no solo reduce la contaminación, sino que también genera ingresos para muchas familias. Además, estamos sembrando conciencia sobre la importancia del reciclaje y construyendo un legado para las futuras generaciones.

¿Qué mensaje le gustaría dejarles a otras mujeres y a quienes enfrentan situaciones difíciles?
Que nunca dejen de luchar. Que crean en su fuerza, en sus sueños y en su capacidad de salir adelante. La vida no es fácil, pero con amor, perseverancia y fe, es posible transformar cualquier adversidad en una oportunidad. Yo soy prueba de ello. El reciclaje me dio dignidad, estabilidad y propósito. Y hoy sé que cada acción, por pequeña que
parezca, puede cambiar el mundo.

 

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